viernes, 19 de septiembre de 2008

El pitillo, la pajilla y el Popote


Aventuras de un Venezolano en México:

- Disculpe Señorita, ¿me podría dar un pitillo? - Pregunta el joven venezolano que no sabe que en méxico a las líneas de cocaína se les llama pitillo.
Dada la cara de asco de la señorita, el joven venezolano cae en cuenta que ha utilizado la palabran incorrecta y reformular la pregunta
- ¿Una Pajilla? - Ahora el rostro de la señorita cambia de asco a repulsión, dado que el término pajilla tiene connotaciones pornográficas...
Finalmente, y en estado de preocupación, el joven pregunta
- ¿Popote? - Con rostro preocupado
- Ahhhhhhh - Responde la vendedora - No tenemos, tome un vaso con hielo para vertir el refresco -

Este es uno de los recuerdos más extraños que tengo, y no sé por qué, no dejo de reírme al pensar lo extraño que es hablar el mismo idioma y no entenderse para nada.

Todo el mundo tiene recuerdos divertidos, recuerdos que quisiera olvidar, recuerdos que olvidó y aparecen de repente, en fin, todo el mundo tiene anécdotas que contar.

Pero en fin, esta historia no está para ilustrar mis desventuras en méxico, sino para probar por anticipado algo que he visto mucho: A la gente le gustan las anécdotas. Uno puede estar en alguna conversación casual, siempre surge una anécdota, la cual sirve como ancla entre el tema general y las personas. En otras palabras: Es lo que demuestra que estamos prestando atención y no estamos pensando en compras (mujeres) o mujeres desnudas (hombres).

Ahora viene la parte fumada de su servidor: Es increíble como una anécdota da poder sobre el que la cuenta. Aquel que relata la historia, de hacerlo correctamente (particularmente los que me conocen saben que tiendo a gesticular mucho en mis relatos) se convierte en una especie de sabio, por conocer y transmitir una información que nadie poseía.

Pero el valor de la anécdota es temporal y contextual: Una historia fuera de contexto o conocida genera repulsión y la automática pérdida de poder del locutor. Es decir, se vuelve un pendejo.

Viendo este gran video de Los Simpsons me he puesto a pensar el valor que tiene el saber decir las cosas en el momento justo, de la forma correcta y transmitiendo el mensaje que exactamente quiero decir.

Es decir, si en este momento les digo que estoy divagando, hablando tonterías sin sentido, que divierten y a veces hacen pensar, ¿habrían descubierto que no debían leer esta última línea, dado que no tiene ningún sentido?

Pues ahora que la han leido, no les queda otra que pensar en lo que podría haber sido, no lo que es en realidad.

Mientras tanto, sigan buscando esa anécdota que les gusta, que les divierte y que les da poder. Si no la tienen, es hora de vivirla.

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