martes, 3 de febrero de 2009

Las Trece Guerras: Carta al Lector y Prólogo

Tengo un escrito iniciado, reiniciado y pensado desde hace algún tiempo. Es algo así como una gran cantidad de palabras, imágenes y escencias que tengo rondando en la cabeza desde hace demasiado tiempo.

No puedo llamarlo novela, porque eso me colocaría en un lugar en el que no quiero estar, al lado de personas con las que quisiera identificarme, pero aún no me creo capaz.

Tampoco puedo llamarlo cuento, porque no es algo que acaba y ya... sino que ha evolucionado dependiendo de quien lo mire, quien lo escriba y quien lo cuente.

Menos aún puedo llamarlo historia, porque las historias implican personajes, situaciones y momentos que explican demasiadas cosas en demasiado poco.

Así que no voy a llamarlo de ninguna manera, y que cada quien lea lo que le gusta, entienda lo que desee y como todo montón de letras que tiene algún sentido, hace con él lo que más le motive.

Dado que ya hay confianza entre todos nosotros, voy a serles franco. Quiero mostrales lo que a veces produce mi mente... Si les motiva, lean esto, sino, no se preocupen, igual lo importante es compartir.

En fin...

Voy a utilizar este espacio para hablar de muchos personajes, de muchas historias, de muchas novelas...

De un mundo que sólo yo veo, un mundo sin intrigas pero con muchas preguntas sin responder...

Un mundo simple y a la vez complejo, dependiendo de quien lo vea y quien lo viva...

Un mundo como este, pero a la vez un mundo completamente distinto...

En fin, el mundo que ronda mi mente desde que tengo uso de memoria y que conecta muchas de las ideas y bases morales con las que he vivido...

Esta es una carta al lector: De vez en cuanto seguiré escribiendo locuras, pero a veces, escribiré sobre aquellos personajes que existen en ese mundo que he titulado: Las trece guerras...


Prólogo.

Si existitera algún lugar más extraño para una reunión entre estos 12, sería una novedad.

El más joven del grupo había elegido el lugar, el más precavido había elegido los métodos para proteger la reunión, el más experimentado había llegado en helicóptero, el más arriesgado, caminando en medio de lo que se consideraría un infierno andante. Cada quien tenía su opinión acerca del lugar, pero usualmente el reglamento era estricto: El sorteo era absoluto y nadie podía opinar acerca de la localización. La confianza era parte fundamental de aquella sociedad.

En el momento en el que todos recibieron la invitación para una reunión que no debería suceder, todos, sin importar sus actividades y pensamientos puntuales, tuvieron el mismo presentimiento: Después de esa reunión, nada sería igual. Nunca en la historia de la sociedad se había presentado una situación semejante. El reglamento era estricto en este sentido, toda reunión sólo podía convocarse por dos razones, bien sea un cambio de jerarquía (sin importar la naturaleza del cambio, siempre se debía votar para ser aprobado) o sucesos extraordinarios que requirieran una votación para tomar una decisión que el reglamento no dejaba claramente explicado.

En todo el tiempo que había transcurrido desde la formación, sólo habían habido dos votaciones: La solicitud del gran alejandro para conseguir el consentimiento de la gran expedición (Que terminó en la expansión definitiva de la sociedad por todo el mundo), y la votación apresurada para incluir a Adolf en la sociedad (cuyo resultado no pudo ser más desastroso). Desde ese momento, se habían presentado 4 reuniones para el cambio de jerarquía, ninguna sin incidentes mayores. Pero esta no era una reunión para el cambio de jerarquía.

Todos sabían la razón, y no era específicamente un cambio en la estructura del consejo. Algo interesante es que, por primera vez desde hace mucho tiempo, ninguno de los 12 estaba seguro de cuál era su opinión al respecto y por consiguiente, habían 12 votos dudosos.

A medida que el día de la reunión se acercaba, todos los señores de la guerra fueron delegando sus actividades cotidianas, preparando el viaje y pensando cada vez más en lo definitivo que sería cada uno de los votos, incluido el propio. El reglamento no se dejaba impresionar ni manipular por estas situaciones: Sólo se puede votar una vez, de haber empate, se decidiría por azar. Nunca se había implementado el azar, siempre habían tendencias, siempre se había evitado, ya que era pensamiento colectivo que el azar elegiría siempre lo bueno, pero no lo correcto.

En el punto de reunión, aquél que nunca debería haber existido esperaba pacientemente. Tenía muchas razones para estar preocupado: Nunca se había desafiado el reglamento, y aún cuando el resultado de la votación decidiera que había llegado el momento, era imposible predecir el efecto que tendría en la sociedad. El reglamento era el pilar fundamental de todo, sin él, la sociedad perdería lentamente el sentido hasta convertirse en todo aquello en contra de lo que se había luchado.

Pero por primera vez desde la creación de la sociedad había un problema: el reglamento estaba rompiéndose así mismo. Nunca nadie se había percatado de ese detalle, ya que la situación de conflicto nunca se había presentado. Era tan poco probable, que es problable que los grandes señores del pasado jamás hubieran pensado en esta situación. Y ahora que había pasado, no se sabía qué hacer.

Y pensando en este pequeño detalle, aquel que esperaba una decisión se puso a recordar las palabras de su mentor: "A veces, todo es verdad, todo es mentira y sin importar que suceda, todo debe ser como es"...

Todo empezó con un deseo.

Tal vez en este momento la naturaleza y motivación del mismo, sino simplemente el hecho de que existe para una persona.

Ocurrió una de las eternas noches en las cuales el sueño no existe, en las cuales se duerme y no hay nada que analizar, en las cuales uno descansa profundamente hasta el momento en el que el cuerpo deja de sentir el cansancio y simplemente se despierta.

Después de dormir únicamente por 4 horas al día durante los primeros 25 años de su vida, en las noches que no soñaba, se despertaba casi inmediatamente pensando en todo: desde algo simple como el sabor de algún elemento, los olores de su entorno. Hasta cosas más complejas como el resultado de sus decisiones del día y el impacto que las mismas tenían sobre todo el mundo. A veces pensaba en cosas más abstractas, como la razón de las cosas y el orden de la vida.

Esa noche en particular dormía solo, lo cual no era extraño, pero para alguien que amaba el contacto y las relaciones humanas, el dormir sólo y desde temprano un viernes en la noche era algo inusual, si es que algo en su vida puede ser considerado normal por alguien distinto a él.

Pero sin importar el hecho y la situación, se dió cuenta que finalmente, después de tanto tiempo pensando en opciones y razones, había tomado una decisión, y por más que quisiera que las acciones fueran distintas, el deseo de tener un final lo embargó de tal manera que tuvo que levantarse y asegurarse de qué la idea que hace un par de días había planteado era posible.

Se acercó a su escritorio y colocó su huella pulgar en el panel que estaba en el centro. Después de los típicos sonidos relacionados con la alta tecnología apareció una pantalla y un teclado. Con la velocidad que se adquiere de la costumbre, consultó rápidamente la versión digital del libro. Era el segundo en la línea en tener la capacidad de ver el libro en formato digital, su predecesor había logrado convencer a los 12 señores de la necesidad de una versión digital, así como de proporcionar un medio de seguridad que evitara que el mismo cayera en las manos equivocadas. Algunos de los señores segúia pensando ahora, después de casi 50 años, que era mejor que el documento siguiera siendo físico, un libro es fácil de quemar. Un archivo de computadora es demasiado volátil como para contener la información. Pero en fin, eso era la discusión eterna que no quería tener consigo mismo en este momento. Simplemente deseaba buscar la posibilidad de que su idea fuera posible.

Para aquellos que no están acostumbrados a la informática, ver aquel documento era simplemente ver símbolos aislados en fotografías aisladas, para un experto en arqueología, tal vez las fotos parecerían jerogríficos que no tenían ningún sentido real, para un experto en informática en cambio, al no entender las imágenes trataría de ver el contenido crudo de los archivos y no cnseguiría nada. Para él, el libro era tal vez una de las obras de informática más grandes de la humanidad.

Al buscar la sección en particular del libro, se dió cuenta que sabía la respuesta sin necesidad de analizar e interpretar este tipo de situaciones. Pero no quería parecer arrogante, no podía dejarse cegar por un deseo simple y puro de tener un final a todo. Al observar la sección que buscaba, empezó a leer y a tomar anotaciones en su libreta. Luego cotejaría sus anotaciones con las que había realizado hacía un par de días, pero ahora, con un enfoque inspirado, quería ver si sus suposiciones eran correctas. Estaba ante algo que nunca se había presentado: El libro tenía una contradicción que rompía su validez completamente. Era un final poético, dirían algunos, para él, simplemente era un final.

Después de una hora leyendo el fragmento y analizando sus notas, hizo aquello para lo que estaba totalmente preparado: Tomó el celular que siempre estaba a su lado y marcó el primero de 12 números. El libro era estricto en todo momento, esa era su fortaleza y también su gran debilidad.

Escribió un correo que cualquier vería como una estupidez, y así como usualmente sucede con los acontecimientos que cambian la estructura del mundo, todo empezó con un deseo: El deseo de hacer y ser algo distinto, el deseo de hacer lo que es correcto en vez de hacer lo que está bien.

Mientras más las cosas cambian...


En los últimos tiempos he evitado escribir.

No les voy a mentir, he evitado expresar lo que siento por miedo a liberar muchos demonios que paulatinamente han aparecido.

Para aquellos que me conocen, saben que soy apasionado con lo que hago. Escribo, trabajo, vivo y siento cada segundo de la vida. Disfruto lo que puedo y trato de respetar mi lugar en el mundo, siempre pensando en la irreverencia que tiene el simple hecho de caminar por la lluvia con la cara hacia arriba.

Pero es en esa visión en el que mis temores se hacen más profundos, en los que muchas veces debo proteger a los que quiero de mi mismo, en los que debo contener la pasión destructiva que me embarga y busca una libertad que a veces e buena, y a veces es mala.

Me imagino que todo el mundo a veces tiene sus "momentos estelares", en donde es el héroe de su propia historia, así como "momentos para el olvido", en donde en vez de ser el héroe, somos el villano que pareciera ganar cuando no debe. Creo que algo que me distingue es el hecho de que para mí todo segundo de mi vida es a su vez ambos, tanto estelar como para el olvido, siempre luchando contra los excesos, y disfrutando las delicias que implican el respirar y entender todo lo que me rodea.

Hoy, que estoy un poco más filosófico que de costumbre, quería compartir un sentimiento y preocupación que tengo: Siendo como soy, siempre tengo unas expectativas extremadamente altas para aquellos que me rodean, es decir, mientras más conozco a una persona, subconscientemente doy más y pido más. Esto es un arma de doble filo, sobre todo por algo tan simple y complejo que me asusta: cómo expresar mis expectativas.

Imagino que cada quien tiene la capacidad de esperar siempre lo mejor de los demás, a veces con recelo, a veces con ansias, pero a final de cuantas, es importante confiar en los demás y de las capacidades que alguien puede llegar a tener. Sé que cometo justamente los errores que debo cometer, ya que por alguna razón que desconozco, creo que las cosas ocurren porque deben ocurrir, y también sé que aprendo la mayor parte de las veces.

En fin, la idea de todo esto es dar la bienvenida nuevamente a todo lo que sucede en mi mente, que a veces entiende, a veces no, pero al final de cuentas, busca entender el por qué las cosas suceden como suceden.