martes, 7 de mayo de 2013

Cree en lo que haces

Me fascinan los retos.

Tal vez por eso me casé con la mujer más compleja que conozco. Puedo asegurarles que para aburrirse con ella es algo realmente complicado. No significa que ella no se aburra, pero por lo menos no recuerdo la última vez que estuve realmente aburrido con ella: siempre tengo que estar pendiente, porque las señas cambian todos los días. Creo que acabo de resumir una característica importante de las mujeres (lo imprevisibles que pueden ser), pero en mi caso, mi esposa es la más complicada de todas. Aunque puede sonar como algo negativo, es todo lo contrario.

Pero eso no es de lo que quiero hablarles. Como cosa rara me volví a desviar de lo que quiero hablarles.

Quiero hablarles de un par de experiencias que me han formado y que me han hecho aprender demasiado en la vida.

Laboralmente, siempre mi trabajo ha sido resolver problemas. Usualmente con base tecnológica, pero problemas al final.

Es un trabajo interesante, y mientras hay problemas nuevos, retos nuevos, me siento motivado a seguir aprendiendo y siendo lo mejor que soy. Tal vez por eso fue que desde hace algunos años apoyo emprendimientos en múltiples niveles.

Debo serles honesto: Tengo un gran respeto por el concepto de emprendimiento. Conozco grandes emprendedores en el área de tecnología y no quiero ponerme ni remotamente en su mismo nivel.

Pero quiero contarles mi perspectiva acerca de los dos últimos emprendimientos en los que he estado.

El primero fue un emprendimiento culinario: Siendo un aficionado al buen comer, siempre me ha parecido interesante el mundo de la cocina. Como buen ignorante del negocio de los restaurantes, pensé que un chef ejecutivo era un sujeto que se encargaba de crear los mejores platos, diseñar el menú y cocinar en momentos claves. La verdad es que eso sólo comprende un 1% de lo que significa ser un chef ejecutivo.

Un conocido que es chef (por educación y experiencia lo llamo así, aún cuando él odia el término) me comentó una vez de su idea de montar un "laboratorio culinario", donde el producto era crear un menú desde principio a fin para vender a restaurantes de comida ejecutiva (Dígase de lugares que ofrecen comida relativamente económica con un contenido nutricional mayor que cualquier cadena de comida rápida). En Venezuela estos lugares son variados y con alto nivel de penetración en el mercado, pero con un nivel de fidelidad muy bajo y poca capacidad de re-inversión (lo que se gana por cliente es relativamente poco).

Si bien no es mi área, me parecía interesante la forma de aproximarse a un problema que entendía que  era realtivamente común en su profesión, que es que la fidelidad de los clientes a un lugar de comida ejecutiva depende de dos factores: El precio o la variedad. Una propuesta de un menú de principio a fin con alto nivel de variabilidad, simplicidad y organización (es decir, entregar el menú, las recetas, el balance completo, la coordinación de compras y otro montón de cosas), buscando abaratar los costos al no tener que pagar por el proceso innovativo completo (es decir, no tener un chef en cada restaurante, sino gente menos formada y más barata) indudablemente generaba un atractivo para aquellos que deseaban invertir en lugares de comida de este estilo, donde los costos son usualmente un factor de peso.

Mi apoyo en este emprendimiento era simple: como era el que menos sabía cocinar, pero era el "ingeniero organizado" (el que me conoce sabe que esto no es realmente cierto) me enfocaba en el área "gerencial" de un menú: Calculaba los costos, buscaba opciones de los proveedores, apoyaba en la logística y me centraba en mantener los costos del primer "laboratorio" en los límites que nos impusimos (digamos que era el secretario y guerrero en la lucha de que la iniciativa fuera algo organizada). Como esto realmente no era mi trabajo principal, realmente invertía el poco tiempo que tenía ayudando como podía, a veces dejando el trabajo para un momento en el que era demasiado tarde (recuerdo un episodio donde se generó un menú el doble de caro de lo que debíamos por un desastre causado por no haber hecho una llamada en el momento correcto) y normalmente eso generaba problemas. Es más costoso arreglar algo que nace mal, así que ya entienden la situación.

El negocio realmente levantó con un par de clientes iniciales: Dos propuestas completamente distintas en donde la complejidad estaba en generar un producto de calidad a bajo costo (Dada la ubicación de los dos locales, el bajo costo era más importante que la creatividad del menú).

Estos dos clientes terminaron satisfechos con el trabajo y nosotros con una muy buena experiencia de cómo el negocio se podía ir desarrollando. En el apartado económico nos permitió colocarnos en una posición neutra: lo que ganamos pagaba lo que hacíamos.

En ese momento el hombre aburrido que llevo dentro despertó: Quería más.

Quería más de un negocio que estaba empezando y donde la verdad es que no tenía el tiempo para dedicarme de lleno (ese suceso chocó con un momento laboral fuerte de mi parte y un nuevo trabajo de mi amigo). En un momento llegué a pensar en dedicarme de lleno a esta iniciativa, pero como el valor que tenía el negocio estaba en otra mente, tuve miedo. Decidí reunir a las partes del negocio y plantear dedicarnos de lleno al negocio.

La verdad es dura, pero para simplificar una de las sesiones más complejas de mi vida en una frase: todos estabamos empezando a ver el negocio de manera distinta.

Mi amigo veía el negocio como una forma "extra" de ingresos, en donde podía experimentar y luego cobrar los experimentos a otro.

Yo lo veía como un nicho de corto plazo que sirviera de puente para re-pensar el negocio de la comida. Comentaba acerca de planes a mediano plazo, de ideas locas acerca de asociaciones con escuelas culinarias para utilizar a los estudiantes. Pensaba en asociaciones con distribuidores de comida para generar una cadena de suministro más ordenada y coherente.

Imaginen la siguiente escena: Un ingeniero tratando de explicarle un negocio de comida a un chef con una experiencia interesante en restaurantes de alto nivel en Venezuela. En Venezuela hay un dicho que dice "Qué va a saber un burro de pasta de dientes", lo que significa que estaba tratando de explicar un negocio completamente innovador en un área donde no sé nada, a alguien que viene de experiencias tradicionales en el negocio de la cocina.

No tengo que explicar mucho más de la reunión. Fue MALA por decir poco.

Al final me dí cuenta que cuando se emprende, la visión tiene que ser la misma, así que después de un fracaso bastante grande (con un costo económico de mediana envergadura), decidimos de muy buena manera (en serio), tomarnos un tiempo (suena muy romántico, pero la verdad es que no quedamos como enemigos, pero la amistad se vió bastante perjudicada).

Ahora que lo veo en retrospectiva, creo que me dejé llevar por el éxito temprano y quise buscar un reto más grande sin pensar en la visión de los demás. Al no conseguirlo, preferí escapar lo antes posible.

Esa experiencia me enseño muchísimo de lo que significa hacer negocios con alguien, por lo que en mi próxima aventura, busqué alguien en quien realmente creyera y compartiera mi visión.

Mi segunda experiencia de emprendimiento la tuve hace poco. Es un emprendimiento en educación, donde el planteamiento en su momento (hace un par de años) era radicalmente distinto. Era tan interesante, que no dejaba de hablar de ello. Me sentía como un vendedor de herbalife (disculpas a ellos, pero solo hablan de un tema), mi familia estaba un poco cansada, peleaba con la gente que no me entendía. Realmente era un vicio.

La persona que estaba emprendiendo era alguien a quien tengo en alta estima profesional, ya que fue una de las personas que más me enseñó acerca de mi trabajo y decisiones laborales en mi vida.

La idea era retadora y la verdad, era que el trabajo era bastante interesante. Me metí de lleno a apoyar en el aspecto creativo, en la construcción, en todo lo que pudiera apoyar, lo hacía. Estaba en mi elemento, haciendo algo en lo que realmente era bueno y con gusto. 

Mi error fue ser lo suficientemente inocente como para no leer la realidad aún cuando la tenía entre mis ojos.

Si bien invertía todo el tiempo que tenía y mi participación en el emprendimiento no era del índole económico, sino más bien, atada a lo que pudiera producir, la realidad es que estaba tratando de generar una solución sin el tiempo real para hacerla. Es algo frustrante tener la visión, la estructura y no tener el tiempo para hacer las cosas. No puedo dejar de pensar en los momentos en los que traté infructuosamente ponerme al día de toda la carga de trabajo pendiente, para terminar con nuevas ideas y más trabajo.

Y en el mundo del emprendimiento tecnológico, si te atrasas, alguien más llega antes que tú.

Mi familia siempre ha dicho que tengo la habilidad para adelantarme a los malos negocios, pero estaba negado a dejar a un lado algo que realmente me parecía una buena oportunidad.

La realidad golpea cuando menos lo esperas.

Ocurrieron muchos eventos consecutivos que me hicieron darme cuenta que este último emprendimiento no era lo que me convenía, si bien aún creo en él, dejé de ser feliz haciendo el trabajo, así que preferí hacer como los grandes jugadores en un casino y retirarme aún teniendo un par de fichas en la mano.

Al final aprendí que los negocios se deben tratar como tal: como un negocio. La felicidad en lo que haces es vital, pero si no ves que estás en un negocio, las cosas nunca terminan de funcionar. 

Al final creo que ambas experiencias siempre las traté como un hobby, como algo que hacía con mi tiempo libre a ver si lograba generar algo que valiera la pena. La verdad es que nunca las tomé con la seriedad que merecían, así que el resultado fue totalmente previsible.

No me siento como si hubiese fracasado, porque la verdad es que he aprendido tanto de ambas experiencias que no las tomo como fracaso.

Si siento algo de tristeza y molestia por no haber podido explotar dos grandes ideas.

Pero creo que eso forma parte de aprender a no aburrirse de nada, a entender que como todo en la vida, el esfuerzo y la recompensa deben ir de la mano y que nunca debo rendirme ante los retos.

A ver si no me aburro en la próxima.