miércoles, 3 de junio de 2009

El colaborador, el empleado, el emprendedor y la persona


Dadas razones que jamás podré comprender, siempre estoy pensando en cosas que aún cuando son obvias, me generan dudas.

En particular, quiero hablar un rato de lo que tal vez es lo más obvio del mundo, pero que como normalmente me enredo hablando del tema, prefiero exponerles mi tema.

El tema en cuestión es la clasificación de las personas de acuerdo al contexto.

Me explico un poco: En la red donde estoy conectado (Coloqué aqui su cara de no entiendo) los colaboradores que hacemos lo que nos gusta tenemos distinciones basadas en el contexto de los proyectos en los que estamos, y esa distintción entre cada rol entre proyecto hace muchas veces compleja la interacción entre los diferentes colaboradores de la red.

En Cristiano: En la empresa donde trabajo (Coloque aqui su cara de "AHHHHHH, hubieras empezado por ahí") asignamos posiciones o clasificaciones por proyecto, lo que implica que en un proyecto determinado tus actividades pueden estar orientadas hacia la labor comercial, mientras que en otro pueden estar orientadas hacia el lado operativo.

Esto, aunque suena un poco complicado (Es como imaginarse que un vendedor en algún momento determinado se dedique a ensamblar carros) es muy efectivo al momento de definir equipo de alta competencia en la organización, dado que cada persona tiene la potestad de decidir en gran parte cuál es el rol que desea ejercer en cualquier momento.

Ahora, la idea de esto no es hablar sobre mi lugar de trabajo, sino de la actividad de contextualizar a las personas en base a lo que hacen en momento determinado.

El "papá" de la mañana se convierte en el "compañero" o el "esposo" sin mucha complejidad de acuerdo a la situación social en la que está, por lo que no quiero tomar en cuenta esas simples divisiones.

Quiero hablar de esos momentos en los que la asignación de un rol pasa de ser una asignación a una etiqueta. He ahí donde yo me enrollo sin necesidad.

He visto muchos casos en los que las personas tienden a clasificar a una persona, y por fuerza de la costumbre, asocias directamente la clasificación con la persona, lo cual significa que la clasificación es lo que le da sentido a la persona, no al revés. Un ejemplo claro de estas situaciones está en la publicidad, cuando te refieres a un producto por alguna marca en particular y no por el producto genérico. Aqui en venezuela uno de los ejemplos más comunes es la harina de maíz precocida, que nadie llama por el nombre antes expuesto, sino por "Harina PAN".

Imagínense que una persona nunca es reconocida como Luis Rodríguez Díaz, sino como "El esposo de Laura". La preocupación más grande es cómo salir de esa clasificación, porque con el tiempo se empieza a perder la identidad personal, basándose únicamente en la necesidad de ser clasificados para existir.

En fin, toda esta explicación que les estoy explicando se basa en una simple pregunta: ¿Han pensado en todas las personas que tratamos y analizamos en base a la clasificación que le hemos dado? Yo acabo de pensarlo, y realmente me doy cuenta lo poco que realmente conozco a la persona, pero peor aún lo mucho que conozco al colaborador, empleado y emprendedor a mi lado.

Así que voy a dejar de recoger mi basura mental y me voy a poner a conversar con la persona, a ver que consigo.

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